Mientras dormía...

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Sueño entre luces celestiales, vuelo entre nubes de algodón, olfateo tu presencia que se difumina por el viento, me trae señales de ti, y a la vez las devuelve como un boomerang. Por la mañana un colibrí llamó en aleteos mi asistencia hacia la ventana iluminada, allá donde se dibuja la existencia limitada por tabiques anaranjados, y a lo lejos la vida. Le hablé al oído de ti y voló hasta una ciudad de tardes ácidas y ecos silenciosos para confirmarte que extraño el reflejo de tus ojos en los míos, tu palma izquierda en mi derecha, los abrazos compartidos llenos de suavidad y calidez, el roce de tus labios suaves-dulces y los silencios que dicen más que las palabras no dichas. Bástame el encuentro para quedarme dormida, descansando y perpetuarlo entre los retablos de mi espacio donde solamente hay quietud y luz.

Los polis han invadido las calles adoquinadas...

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Las condiciones de seguridad en Querétaro se han modificado, de pronto se han presentado ejecuciones que no habíamos presenciado, por lo menos no, bajo los móviles en que se dieron 4 muertes la semana pasada. En reiteradas ocasiones las autoridades señalaron que se trataba sólo de “casos aislados”, sin embargo, tuvieron que aceptar posteriormente que la delincuencia organizada había hecho el pase de lista en la entidad.

No fue sino hasta que se decretó “alerta máxima”, cuando las calles de la ciudad comenzaron a percibir la soledad no sólo de los andantes, sino también de los autos, y ahora se percibe un silencio y tranquilidad que nos impacienta a muchos. La gente
en las calles se cuestiona ¿qué es lo que pasa?.

Considerando que para una ciudad en la que los principales delitos tenían que ver con escandalizar o beber en vía pública, el extremo de hablar de ejecuciones y de narcotráfico resultó un escenario en el que ninguno de los oriundos supimos como tomar. Los operativos comenzaron en la capital y la presencia policiaca se hizo vistosa con armas largas y recorridos en conjunto por elementos con sus caras largas y sus voces sin articular.

La paranoia llegó a la psique de algunos periodistas, porque las sirenas hacen eco en nuestros oídos y no nos permiten conciliar el sueño o la concentración, nos implica un acto - reflejo, como el voltear a vernos, levantarnos y pensar en que tendremos que salir corriendo tras los colores de las torretas para encontrar la noticia.

Justo ayer que salía con Estrella – amiga y compañera de trabajo – del gimnasio, no dimos ni cinco pasos hacia la tienda a comprar un té tras dos largas horas de brincos y maratón de gacelas, cuando nos avisaron que había otro operativo de revisión de autos cerca del lugar al que tuvimos que ir, con pants encima y sal en el cuerpo hasta donde los elementos de la PGJ y de Seguridad Pública Estatal, con quienes nos dimos afuera, un baño de tierra, pues hubo una especie de tormenta de arena.

Cuando llegamos cada una a sus respectivas casas, el jabón en nuestro cuerpo no hacía espuma jajajaja, pero estos son los gajes del oficio.















Fotos: ANA SORIA

Operativo militar en Querétaro Capital...

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Luego de decretar alerta máxima en Querétaro, al aceptar que el narcotráfico se disputa el territorio del estado, el ejército mexicano participó en un cateo a una casa en la zona residencial Milenio III, el segundo que se realiza en la capital, con la participación de la PFP, PGJ, y Seguridad Pública Estatal, y se prevé que estas movilizaciones continuarán...























Fotos: ANA SORIA

Transparencias entre las sombras...

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La soledad es transparente, pero lleva entre sí un bloque no impide ver las fronteras del camino andado. Ir o virar hacia el polo opuesto a percatarse de otros horizontes sin fronteras, ni bloques. Luces entre sombras acompañan al hombre, entregado al sinsentido, enmascarado con su propia alma, mintiéndose así mismo, porque de no hacerlo, enmudece, entorpece, fallece.

Filósofos ganosos...

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Mis colegas que cubren la fuente de la LV Legislatura en mi ciudad, en plena sesión de los diputadetes, por cierto dicen “en una de las más aburridas”, aprovecharon su tiempo para filosofar acerca de las “ganas”, ¿cuáles?, pues no sé, eso depende de ellos, aunque en realidad fueron muy creativos, que ahora que les leo las frases a mis compañeros de la redacción histérica, sonríen bajo la tensión de que a este momento el equipo queretano Gallos Blancos, no ha metido gol…

• Tengo ganas de no tener ganas…
• Tengo ganas de que él tenga ganas…
• Tengo ganas de echarle ganas, pero no tengo ganas…
• Tengo ganas de que tú tengas ganas, porque sino me voy a quedar con las ganas…
• Tengo ganas pero no tengo con quien reventar mis ganas…
• Lo dejé sin ganas después de que le eché muchas ganas…

¡Querétaro sigue en ceros… buaaaa!...

Niños. ¿Hacia donde?…

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No sé si las marchas sociales que se oponen al sistema, sean la solución a las inconformidades de las personas, aunque no veo otra vía por la que “desde abajo” se puedan dar a conocer las cosas que no nos gustan para que lleguen hasta la élite política que parece tener una “capacidad diferente”, porque no escucha, no ve, no siente, no prevé, no le importa. Recién me contaba un experto en Ciencia Política y Derecho que llegar a un escenario político no tiene nada que ver con ayudar a la sociedad, sino “con mantener el poder”, por tanto, somos ilusos los que pensamos que los representantes populares resolverán algo, antes lo perpetúan. El fondo de este post, es la asistencia de más niños a este tipo de mítines masivos, porque sin querer subestimarlos debido a que cada vez son más perceptivos e inteligentes, pero en realidad no sé si entiendan lo que sucede en nuestro mundo, siempre he estado convencida de que los pequeños deben vivir su infancia enmarcados por una estela de inocencia, y que acercarlos a los conflictos de los adultos, les llena su corazón de veneno, por eso quizás me da tristeza verlos ahí, viendo y escuchando las protestas, que seguramente heredarán y no sé si algún día sean resueltas por ellos mismos, porque es seguro que por alguien más no será.






Fotos: ANA SORIA

Un nuevo modelo de periodistas…

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Sin descartar el riesgo que implica moverse en este mundo - cómo señala Anthony Giddens en su libro "Un Mundo Desbocado" -, destaca el cambio de aditamentos que un periodista ha tenido que incluir a sus elementos de trabajo para poder inmiscuirse en cualquier escenario. No por nada a nivel mundial se considera como una de las profesiones más riesgosas, mucho más en este país. Ante los conflictos sociales que han imperado en México durante los últimas tres administraciones del Gobierno Federal, justo al final del sexenio del Presidente Carlos Salinas de Gortari, incrementados en el periodo de Vicente Fox y heredados algunos, otros gestados con Felipe Calderón, ahora, no sólo es imprescindible cargar la grabadora y cámara para registrar la historia, sino que es necesario llevar un chaleco antibalas, máscaras antigas, casco, lentes y un pañuelo para cubrir el rostro, más los amuletos – que algunos utilizamos – para sentirnos protegidos. Recuerdo la vez que le dije a mi papá que sería periodista, y él sólo abrió más sus ojos verdes para decirme: “¡te van a matar por tu forma de ser!”, en ese tiempo me dio risa, pero conforme la dinámica de este mundo avanza, su aseveración se palpa en la realidad por la que transitamos día a día por el que tal vez los contadores del tiempo, tendremos que ir dentro de un tanque de guerra para llegar hasta nuestro objetivo de informar.

Foto: Ana Soria
Modela: Estrella Álvarez.

¿O qué, hay otras?... jajaja

Al aire...

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Es probable que quienes me conocen no lo crean, pero a pesar de convivir con ellos todo el tiempo, no son mis mejores acompañantes, porque me convierten en un manojo de nervios, pero la neta, me siguen poniendo nerviosa los micrófonos. Este día, nos tocó transmitir desde la cabina, porque el jefe condujo el noticiero de las 2 vía telefónica – creo que andaba en su casa – y ahí no sólo había uno, sino 5 jajajajaja, pero a pesar de que mi productora Deny se puso a tomarme fotos en el momento en que estaba pasando mi nota en vivo, salí ilesa de ese cuarto cubierto de cristal y de muros antisonido.

Sin nada y con todo a la vez…

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Una cabeza explota a cada pensamiento adalid que no lleva a ningún lugar cercano. Imágenes multidimensionales que hacen viajar hacia lugares recónditos jamás vistos, en aquellos recovecos de la existencia que aún no se han recorrido, con el andar o con el pulso de los dedos para sentir su textura. Vuelo, siento que levito cuando mis ojos se cierran y encuentran en el silencio, la oscuridad necesaria para navegar sin fronteras, sin la preocupación del tiempo, sin el agobio de la incertidumbre, sin el dolor que palpo cuando siento, y sin los ojos que juzgan mi espacio. Mi insomnio es pintoresco, es mi amante nocturno que me ilumina, me observa, me tolera y espera paciente a que permita que Morfeo me lleve en sus brazos al descanso.

Otear…

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Observante de luces y sombras grisáceas que pasean entre los jardines con flores policromáticas que transpiran un aliento suave, perceptible al olfato entrenado para reconocer la piel que se añora. Pies menesterosos de polvos que cuentan lo incontable. Sonrisas que deslumbran y expresiones que agobian bajo el sol del desierto en el que no hay encuentros. Vagante entre cristales de realidades momentáneas, creadora de historias de los otros, quienes rozan el hombro o quizás la cadera para hacerse presentes en el mundo de los olvidados en el tiempo. Ellos que viven el ahora entre sollozos y carcajadas, en este dimensión que nada garantiza, pero que es cada día un nuevo reto para fortalecer a sus aborígenes y permitirles trascender del mutismo al diálogo, y del andar pausado a la carrera por la permanencia.

En la ciudad que me come…

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Y estuve ahí, justo en la ciudad que fue construida sobre un lago, a través de islotes en la zona donde el agua con poca profundidad cubría la mayor parte del Valle de México. Justo en donde los aztecas cultivaban flores y plantas medicinales en sus chinampas.

El Centro Histórico de la capital más activa del país – el DF -, está salpicada de generaciones prehispánicas, conquistadas, novohispanas, mestizadas, modernizadas, y subculturalizadas.

Veo una catedral que es consumida, donde antes yacían los templos y palacios dedicados a otras deidades que fueron consumidas por el catolicismo europeo. Aunque el primer cuadro sigue dividido en barrios, antes denominados “capulli”, el barullo de los dialectos autóctonos mutaron por un “español cantadito”, pero aun están los remanentes de la ciudad: los mercaderes.

Enmarcados por los edificios antiguos, - que hablan ya de la conquista - , los rostros se camuflagean con su entorno, y al mismo tiempo no detectan ni siquiera quien pasa a su lado. El Distrito Federal se ha convertido en zombie, cada cual, con su melena o rapado en la cabeza, mueve en diferente ritmo el compás de su esqueleto. Miradas perdidas, algunas iluminadas, otras apagadas con las que inventé una historia.

Silencio en mi espacio, me provocó estar rodeada de “los otros”, mutismo externo, porque en mi cabeza comenzaban las voces a dialogarme lo que a mi paso sucedía, es delicioso ser observante, escuchante de un bullicio urbano. Estuve rodeada por más de 15 cámaras de seguridad – que son las que conté -, lo cuál me hizo sentir parte de la historia del escritor George Orwell en su obra “1984”, cuando el gran hermano observa y controla, sólo que la diferencia de los capitalinos me parecieron autónomos.

Mucha gente, muchas tiendas, mucho ruido, espacios cortos de silencios en una ciudad con una vida hiperactiva día y noche… sorprendente.


Fotos: ANA SORIA
La de los comerciantes: ESTRELLA ÁLVARES

A pesar de las caídas…

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En vuelo alto,
los seres con alas más intrépidos
entre acometidas del céfiro,
caen sobre el empedrado remojado por la lluvia ácida
que habla de la conclusión del invierno helado.
Comprimidos como embriones,
en busca de la calidez cariñosa,
edificando dentro sí,
aplomo para continuar planeando
en la cúspide del ahora,
que en ocasiones se empecina
en volver al ayer cronológico
de instantes atónitos.
Desplumados,
sin aliento diamantino,
casi sin ímpetu para levantar la mirada
y avispar el futuro que se acerca
a cada huella que queda en el viento,
para escalar en un nuevo comienzo.
Siempre arriba.